2 de julio de 2010

Toma de posesión de Kurt Koch como Presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos

Monseñor Koch sucede al cardenal alemán Walter Kasper, que presentó su renuncia por razones de edad. En febrero, el Papa se lo pidió a Koch, obispo de Basilea, en una carta, en la que, según el propio obispo, Benedicto XVI destacaba que el ecumenismo es una de sus principales preocupaciones y demostraba que le interesa también el ecumenismo con los hermanos protestantes.

Con experiencia en las relaciones interconfesionales por convivir con los protestantes, Koch también fue previamente miembro del Consejo de la Unidad. Abandona su diócesis de Basilea que, como otras muchas en la actualidad, vive momentos de tensión por conflictos internos, debidos a la excesiva polarización entre las diversas sensibilidades eclesiales.

En su carta de despedida de la diócesis, Koch se queja del creciente sentimiento anti-romano. Esto decía monseñor Koch en el Sínodo de la Palabra del pasadomes de octubre:

"La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor" (DV 21). En general esta orientación no ha sido suficientemente recibida por la conciencia religiosa, como demuestran sobre todo los siguientes cuatro puntos centrales:

1. En Suiza y en Europa en general, gran parte de los miembros de la Iglesia tienen de hecho el status de catecúmenos bautizados, a los cuales les es ajeno no sólo el lenguaje de la fe de la Iglesia, sino también el mundo bíblico. Por esto, hoy no se necesitan nuevas vías para acceder a la Palabra di Dios, sino que toda la pastoral debe ser, de manera más decisiva, una pastoral de la evangelización y no puede seguir siendo sólo una pastoral de la sacramentalización.

2. De la Sagrada Escritura se puede hablar solamente si también se habla de la Iglesia como parte de la misma. Así tocamos el punto central del problema ecuménico. En este ámbito, la disputa afecta sólo en la superficie a las instituciones eclesiásticas, como el magisterio y el ministerio mismo. La cuestión crítica es la relación entre la Palabra de Dios y sus testimonios oficialmente encargados.

3. No sólo en la conciencia general de la fe, sino también en las reflexiones se advierten cada vez más las tendencias marcionitas, ya que la unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento parece haberse vuelto frágil. El cristianismo, sin embargo, podría aprender mucho del judaísmo, por ejemplo, dando un enfoque menos forzado de las Escrituras y de la tradición, ya que para los judíos la Biblia hebrea no es simplemente un libro imprimido, sino una realidad viva.

4. En el diálogo interreligioso hoy se habla abiertamente de las Sagradas Escrituras de los hombres. De esta manera se olvida que el cristianismo no es, lo primero de todo, una religión del Libro, como en el judaísmo y el islamismo. En efecto, la Palabra di Dios es una Persona, el Hijo de Dios hecho carne y, por lo tanto, precede la Sagrada Escritura. Sin una relación íntima de amistad con esta Persona, la letra de la Sagrada Escritura permanece muda. Así pues, la representación de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia se sostiene y se manifiesta con la renovación de la fe en Cristo hoy.